Desde la escena subterránea de Nueva York emerge Consumables, un cuarteto de art punk con una propuesta tan feroz como filosófica. Su álbum debut, Infinite Games, lanzado el 7 de marzo a través de We Are Time Records (América) y Fierce Panda Records (resto del mundo), es una exploración audaz de la alienación contemporánea, la adicción digital y las relaciones humanas a través del lente de un concepto provocador: jugar sin la intención de ganar.
El disco fue coescrito y producido por Ben Hozie (de BODEGA) y mezclado por Adam Sachs (Wives, Diary), y toma inspiración directa del libro Finite and Infinite Games de James P. Carse, que plantea una dicotomía fundamental: los juegos finitos tienen reglas, ganadores y un final; los infinitos no tienen límites, y su objetivo es simplemente continuar el juego.
El álbum abre con Keys to the Cell, una poderosa reflexión sobre los seis meses de cárcel que Kyle Crew pasó por posesión de marihuana. Le sigue Dry Rot, un tema cargado de una angustia existencial palpable. Más adelante, el álbum presenta un díptico psicodélico en Messages / Lost in Translation, donde el colapso de la comunicación es protagonista, y Ten Toes Down, una balada que defiende la permanencia en una relación a pesar de las dificultades.
Entre los cortes más destacados se encuentra Emotional Speedball, un himno synth pop que navega los altibajos del deseo y la pasión. Pero es en la canción que da título al disco, Infinite Games, donde la banda alcanza su clímax emocional. “Lo que antes era conocido, ahora se siente”, canta el grupo en un estallido eufórico que evoca la cúspide de una experiencia psicodélica. Con líneas como “I feel limitless / this is what freedom is”, Consumables invita al oyente a rendirse a la infinitud del juego emocional.
El sencillo principal, Great Design, es un tema mordaz que lanza dardos contra la obsesión con la visibilidad en redes sociales. “Es sobre la adicción a las redes y esa compulsión de forzar tu presencia al público”, explica Miles Fox. “Te expones para que te critiquen y te destruyan”.
Este enfoque mordaz, mezclado con un fondo filosófico denso y sonidos que van desde el post-punk desgarrado hasta pasajes de synth pop envolventes, convierte a Consumables en una propuesta que va más allá de la música: es un manifiesto emocional para una generación atrapada entre la hiperconectividad y la incomunicación.
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