La Sinceridad de un Sonido Casero

Después de retratar la desafección juvenil en su debut, el grupo Pynch reorienta su brújula artística. En su segundo trabajo, la mirada deja de apuntar hacia afuera para explorar un territorio más íntimo y complejo: el propio ser. Este giro hacia lo personal se convierte en el eje de una propuesta sonora que valora la honestidad por encima del pulido técnico, presentando un sonido más ambicioso.

La producción, a cargo del propio vocalista Spencer Enock, abraza una estética lo-fi que se siente deliberada. En sus propias letras, la banda resume esta filosofía: “No sé lo que estoy haciendo, pero quizá ahí es donde está la verdad”. Esa sinceridad despojada de pretensiones es la que da forma a un universo sonoro lleno de sintetizadores new wave, distorsión y ritmos intermitentes de forma lúdica.



Un claro ejemplo de este enfoque es la canción Hanging on a Bassline. El tema construye una atmósfera con claras influencias retro, apoyada en un ritmo enérgico que bebe directamente del new wave y el punk. Más allá de su sonido inmediato, la letra encapsula el encanto irreverente del disco, buscando algo tan fundamental como comprensión y una cerveza barata en el proceso.

El trabajo de Pynch no busca respuestas definitivas a las grandes preguntas existenciales que plantea, sino que encuentra calidez en el proceso de búsqueda. Hanging on a Bassline funciona como una puerta de entrada a este sonido que es íntimo en su ejecución. Es una invitación a apreciar el valor que se puede encontrar en la imperfección honesta de la música.


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