En HAPPY FACE, Moon Walker despliega un rock que no teme mezclarse con destellos de psicodelia, algo que el videoclip acentúa. Harry Springer, mente detrás del proyecto, compone, produce y graba toda su música desde su habitación, pero el resultado transmite la energía de un escenario mucho más grande. No es casual que, desde sus primeros lanzamientos, haya logrado llamar la atención de figuras consolidadas del rock.
El proyecto nació en pleno confinamiento, cuando Springer buscaba vender canciones a bibliotecas musicales para ganar algo de dinero. Sin embargo, hubo piezas que se resistió a entregar, y esas terminaron dando forma a su primer álbum, Truth to Power, que le abrió paso rápidamente en la escena gracias a su impacto en redes como TikTok y el respaldo de artistas como Justin Hawkins, de The Darkness. Con ese impulso, Moon Walker no tardó en consolidar un estilo que, aunque gestado en soledad, suena expansivo.
Menos de un año después, Springer regresó con su segundo trabajo, The Attack of Mirrors, un álbum que refuerza la idea de que su propuesta no se limita a un molde. HAPPY FACE se inserta dentro de este universo, llevando su sonido hacia un territorio que mezcla riffs firmes, secciones hipnóticas y una estética visual que dialoga con la música. El resultado es una pieza que, más que contar una historia lineal, propone sensaciones que se mueven entre lo enérgico y lo enigmático.
En esta etapa, Moon Walker parece más interesado en construir atmósferas que en repetir fórmulas. HAPPY FACE se siente como un reflejo distorsionado, una invitación a mirar de cerca aquello que normalmente pasamos por alto. Con cada nueva entrega, Springer muestra que el confinamiento no limitó su creatividad, sino que se convirtió en el laboratorio desde el cual sigue moldeando un rock con identidad propia.