Fake Dad ha sabido jugar con la ironía de su nombre para construir un universo propio que se mueve entre el indie rock, el dream pop y ahora también la irreverencia del punk. Formado por Andrea de Varona y Josh Ford, el dúo nació en 2020 en Nueva York y actualmente reside en Los Ángeles, llevando consigo la energía caótica de la gran ciudad y la frescura de la costa oeste.
Desde su primer encuentro en una fiesta universitaria en el East Village, Andrea y Josh han sido inseparables, compartiendo no solo una relación personal sino también una visión artística que se nutre de contrastes: la dulzura y la rabia, lo íntimo y lo explosivo, lo verdadero y lo ficticio. Esa dualidad se refleja en cada uno de sus lanzamientos, donde las guitarras crujientes conviven con sintetizadores brillantes y ganchos pop capaces de quedarse en la cabeza durante días.
En los últimos años, Fake Dad se ha obsesionado con la idea de la “pose” en el rock. Y es que, como ellos mismos señalan, algunos de los artistas más grandes construyeron personajes para poder decir verdades más profundas: PJ Harvey gritaba que era “man-sized”, Stevie Nicks encarnaba a la bruja indomable, David Bowie se convirtió en extraterrestre y LCD Soundsystem fingía ser el alma de la fiesta. Para Andrea y Josh, lo falso puede ser un camino hacia la autenticidad.
Su nuevo EP, titulado Holly Wholesome and the Slut Machine, es prueba de ello: un viaje por un mundo surrealista lleno de payasos furiosos, caballeros trágicos y demonios enmascarados que sirven como metáfora de experiencias muy reales, desde la identidad hasta la sexualidad y la dinámica de pareja en una relación “straight-passing”.
Dentro de este proyecto destaca “Invader”, un sencillo bilingüe y combativo donde Andrea toma la narrativa antiinmigrante y la revierte, señalando a los verdaderos invasores: los hombres poderosos que creen ser dueños del mundo. El tema, cargado de guitarras y un frenesí punk que recuerda a un cruce imposible entre The Prodigy y Wet Leg, convierte la rabia en celebración y resistencia.
Al final, en el universo de Fake Dad, lo falso y lo verdadero no se oponen: conviven. Y es precisamente ahí, en ese espacio intermedio, donde nace algo profundamente auténtico.
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